Adiós

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Sus ojos en mí clavaba.
atento espiaba mi voz,
su mano en mi hombro estaba
y de rodillas rezaba yo.
¡Qué frío se me hizo el cuarto!
¡Qué fuerte mi aferración!
En un instante lo amado
para siempre decía adiós.
El alma a cuajo rasgada.
Quemado cada jirón.
de arriba a abajo cortadas
dos vidas que nada son.
Sin ella, que lo era todo.
Sin ella, amor de dos,
su nombre, palabra sólo,
hoy ya es una religión.
Mientras sus ojos cerraba
y el llanto ahogaba yo,
su grande y negra mirada
en la mía triste clavó.
Su voz tibia preguntaba:
-Padre, ¿duerme?, ¿está cansada?
-Sí, hijo, dile adiós.
-Un beso. ¡Hasta mañana!.